Al otro lado de la pared y de la puerta,
hay un mundo execrable
acotado en medidas de paranoia y
una perspectiva engañosa
que nos corresponde reparar
entre lagos y montañas,
entre agujeros negros capciosos,
entre flores y ríos fieles,
entre camposantos.
Menos mal que la luz en todo su apogeo
reluce feliz, depositándose en el aire volátil
a través de la ventana.
Y los objetos y los tabiques
comprenden a los pensamientos, las emociones y los sentimientos.
Y los sueños se traslucen empapados de furia de mar,
de viento abatible,
de lluvia enconada,
de libertad escénica,
y el caos se retrotrae
acompasado por la luz y el sol de este depositado verano
que languidece tardíamente, guiado por el calor,
para ir dejando paso al siguiente ciclo.