En una cola de lo que parece la administración de un centro de atención:
-¿Siguiente…?
-Pues… yo mismo…
-Reseñas:
-Esto… Pepe Gómez Prieto, licenciado en psicología por la U.N.E.D y aspirante a conseguir plaza como psicólogo interno residente. Me presento el próximo día…
-Vale, suficiente. No le he preguntado por sus aspiraciones futuras. Con el nombre me basta. Espere en recepción, pasillo del fondo hasta el ascensor. Si prefiere, puede subir las escaleras para llegar al piso segundo. Continúe a la izquierda y siga por ese otro pasillo hasta la sala C donde se encuentra otro punto de atención. Allí ya le informarán con mayor detalle.
-Gracias, uff, qué complicado para dirigirse correctamente, si solo es una sala de espera. Por cierto, no sé ni dónde estoy, me ha traído un taxi no sé cómo y me ha dejado en este lugar.
-Todos dicen lo mismo, ejem. No importa. Es que hay muchos demandantes para vivir en esta residencia. Como ve tiene de todo, vistas preciosas, piscina, parque amplio con animales salvajes, centro deportivo, un enorme complejo de ocio, con cine, restaurantes, bares y zonas de copas. No se asuste, si pasa por el safari park debe saber que los animales no atacan. Se acostumbraron hace tiempo a la gente. Y la gente de aquí a ellos.
Pero… pero…
-No me replique y suba de una vez ¿No ve que hay overbooking? Muchos como usted esperando… ¡Venga…!
En el otro punto de atención, junto al puesto, se encontraba un funcionario con smoking, muy elegante, atendiendo al personal:
-Siguiente…
-Hola, buenas, soy…
-Si, ya lo sé, eres Pepe, ¿verdad?
-Ah, veo que ya le han informado en poco tiempo…
-Bueno, aquí todo se sabe pronto. Dime, ¿cómo prefieres residir en esta superestructura multidisciplinar e integral?
-Yo tenía que… presentarme a las oposiciones de psicólogo, el P.I.R… Y no me puedo quedar. Tiene que comprender que…
-De acuerdo, esto es normal. Todos decís lo mismo. Sin embargo, observo por mi experiencia práctica y profesional que tú… -te puedo tutear, no?- .
-Si, por supuesto.
Creo que mantienes cierta reticencia a aceptar estar en este sitio.
-Hombre, todo lo que yo quiero ser es un buen psicólogo. Me he preparado para ello durante varios años entre la licenciatura y las dos pruebas de P.I.R que llevo ya. De hecho mi próximo examen es…
-Ya, ya, unos dicen esto y otros que son jardineros, abogados, médicos, agentes de seguros, etc . El bla, bla, bla, de siempre. Como eres el último que ha llegado y no hay nadie detrás, te voy a mostrar algo para tu interés personal que te sorprenderá. ¿Ves? En aquel saloncito de enfrente se encuentra Freud leyendo un libro de recetas caseras. Nada de por ejemplo Psicopatología de la vida cotidiana o La Interpretación de los sueños que son obras suyas científicas super interesantes. Te digo más, su principal afición es salir al campo y cazar mariposas. Las observa y analiza su comportamiento. Ahora bien, no me preguntes si ha logrado aplicar el psicoanálisis en ellas porque me temo que no lo sé, si bien considero hasta donde alcanzo que es del todo improbable. Fíjate, sin ir más lejos, yo me saqué un módulo de informática en la F.P y mira ahora a lo que me dedico, recepcionista… ¿No te parece gracioso? jajajajaaa aaah… ejem… bueno…
-Le voy a decir taxativamente que por encima de mi propia vida me he propuesto ser psicólogo y tenga por seguro que lo seré ¡Cueste lo que me cueste, ea!
Relájate, colega, esto… ven, vamos, sentémonos aquí a hablar. Uy, que sofá más acorde, es extensible y todo. Ahora nos traerán algo para beber. Yo me pido una Maho… ¿Y tú?
-Nada. No me apetece beber ahora.
-Señorita, tráiganos dos cervezas de la casa, de esas tan especiales, y unas tapitas para picar. Gracias. Y dime, ¿ya tienes una teoría propia o prefieres seguir la cátedra propiamente dicha?
-Estoy en ello. Todavía no la tengo demasiado bien formulada. Si bien, su perfil tendrá como base algo del psicoanálisis y también del conductismo operante. En función del tipo de síndrome o transtorno clínico. Me cogeré los más comunes entre la población, dicho a grosso modo: la depresión, la ansiedad, los ataques de pánico o panics attacks, el alcoholismo, las disfunciones sexuales, el insomnio crónico…
-Pues aquí no hay nada de eso.
-Es que no pienso quedarme. De hecho, mi prueba es…
-Mañana, lo sabemos. Verás, Los que disfrutamos de una ubicación tan confortable y segura tenemos claro que no hay que tener miedos, fobias, o desadaptaciones de ningún tipo, sean ambientales, sistémicas, contextuales, de la conducta propiamente, genéticas… Podemos hacer lo que nos venga en gana, incluso volar si nos apetece. Y no es un chiste burdo. Es cierto. Solo que debemos mantener un cierto orden, ya sabes, para que el personal no se desmande demasiado. No sé si lo coges…
-¿Y me tengo que quedar aquí sí o sí?
-Así es.
-¿Y qué pasa con todo el esfuerzo que he depositado todos estos años, aun desde antes, la E.S.O, el Bachillerato, la Universidad, las oposiciones, mis trabajos en la hostelería como camarero para pagarme mis estudios…? No es justo. Tener que levantarme a las seis, comer rápido y marcharme al curro, robar horas al sueño para poder estudiar… romper con mi novia porque no entendía el ajetreo… y todas esas cosas… el alquiler del piso compartido, el estrés… Todo para nada. Unas pruebas duras y metódicas que me iban a permitir por fin hacer lo que yo quería de verdad…
-En este complejo logístico de servicios humanos completos podrás hacer lo que te dé la gana y cuando te venga en gana. Te compensa. ¿No lo ves claro todavía?
-¡Pero dónde estoy! ¡Dígamelo, por favor… y saldré de dudas…!
-En el cielo, hijo.
-¡Ostras qué corte!
-Te entiendo, claro que te entiendo. Al principio cuesta, es complicado pero finalmente todo el mundo se siente identificado y es plenamente feliz.
Cuando la cuestión quedo aclarada, sonó el despertador y Pepe se levantó de un sobresalto de la cama, sudoroso y acalorado. No sabía a ciencia cierta si había experimentado una pesadilla o un sueño muy pesado, de esos que te marcan con fuego para todo el santo día.
-¡El examen!- recordó con rapidez. Se arregló con premura. No tuvo más remedio que coger un taxi porque con los nervios le costó organizarse a tiempo de salir tranquilo de casa y llegar a la facultad con la suficiente antelación posible.
Tenía delante el examen teórico que constaba de 235 preguntas tipo test. Eso suponía el 90% del peso para poder acceder a la plaza. El otro 10% dependería de su expediente académico. El, precisamente contaba con una media de sobresaliente, lo que le facilitaba enormemente el poder lograrlo.
De pronto, cuando se sentó en su pupitre se fijó de soslayo en el profesor y se apercibió que su rostro era muy parecido al segundo funcionario que le había atendido en su sueño de la noche anterior. Sin obsesionarse por esa coincidencia tan extraña pero sin dejar de tenerlo en cuenta durante un buen rato que duró el examen, llegó el momento de entregarlo. La sonrisa del academicista se acentuó en ese preciso instante y Pepe le dedicó el mismo detalle. Se fue contento. Y perplejo.
Decidió tomarse un café para recuperarse del esfuerzo intelectual. Paseando, se encontró inesperadamente con una pequeña taberna popular donde los ancianos jugaban al dominó y los obreros tomaban su vinito con entrantes de la tierra. Y, justamente, se llamaba El Cielo. En esta segunda ocasión, la perplejidad aumentó, convirtiéndose en una cierta suspicacia sospechosa que le alarmó por la contundencia en tener que aplicar inevitablemente la simple asociación de ideas.
Tras beberse el café bajó la cabeza un instante, clavando su mirada casi por casualidad en la barra donde estaba. Curioso que no se hubiese dado cuenta de que era exactamente igual que el mostrador del punto de atención del sueño nocturno. Pagó al camarero intentando no pensar, pero más subjetivizado aun por esa sucesión de hechos concatenados y le observó fíjamente. Era su cara exactamente igual que la del primer funcionario onírico. Con actitud de contención pero con nerviosismo hizo ademán de marcharse. Fue entonces cuando el dueño de la tasca que le había servido se despidió de él con un «hasta la vista, Pepe». Asustado, porque no se habían visto ni hablado nunca, Pepe, se marchó prácticamente corriendo de allí en dirección a su casa donde tomarse una tila y relajarse plácidamente con música de New Age.
Ni qué decir tiene que transcurrió una semana muy influenciable para el carácter enormemente perceptivo de nuestro protagonista que no paraba de analizar todos aquellos sucesos con más intensidad de lo que le hubiese gustado. Hasta que llegó un día muy objetivo donde se jugaba su futuro. La nota del examen fue un 9, y con la ayuda del expediente académico de media le permitía optar a una plaza en la sanidad pública dentro de la rama de psicología, muy cerca del lugar geográfico de residencia.
Aparte de la alegría natural no dejaba de preguntarse por las casualidades, si la existencia en sí misma de éstas y su concurrencia, también contenían dicha naturaleza arbitraria o por el contrario había que buscar determinaciones que concluyeran hacia una causa explicable para su incidiencia en la vida. Pues había sido tan anómalo como difícil el hecho de producirse tantas circunstancias fortuitas juntas asociadas al contenido manifiesto de un sueño. Por ello, y viniendo muy al caso, se preguntó cómo lo hubiese interpretarlo Freud si aun estuviera vivo y pudiese contárselo.
A pesar de que Pepe Gómez había aprobado, no estaba muy seguro de algunas cosas en cuanto a la percepción de lo vivido recientemente, lo cual, también afectó a la elaboración de su teoría psicológica en ciernes, no solo a su vida personal. Sin embargo, ese pequeño handicap a la hora de interpretar todas las variables que podrían influir en esas incidencias casuales concretas forma parte de otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.