LA PRUEBA

En una cola de lo que parece la administración de un centro de atención:

-¿Siguiente…?

-Pues… yo mismo…

-Reseñas:

-Esto… Pepe Gómez Prieto, licenciado en psicología por la U.N.E.D y aspirante a conseguir plaza como psicólogo interno residente. Me presento el próximo día…

-Vale, suficiente. No le he preguntado por sus aspiraciones futuras. Con el nombre me basta. Espere en recepción, pasillo del fondo hasta el ascensor. Si prefiere, puede subir las escaleras para llegar al piso segundo. Continúe a la izquierda y siga por ese otro pasillo hasta la sala C donde se encuentra otro punto de atención. Allí ya le informarán con mayor detalle.

-Gracias, uff, qué complicado para dirigirse correctamente, si solo es una sala de espera. Por cierto, no sé ni dónde estoy, me ha traído un taxi no sé cómo y me ha dejado en este lugar.

-Todos dicen lo mismo, ejem. No importa. Es que hay muchos demandantes para vivir en esta residencia. Como ve tiene de todo, vistas preciosas, piscina, parque amplio con animales salvajes, centro deportivo, un enorme complejo de ocio, con cine, restaurantes, bares y zonas de copas. No se asuste, si pasa por el safari park debe saber que los animales no atacan. Se acostumbraron hace tiempo a la gente. Y la gente de aquí a ellos.

Pero… pero…

-No me replique y suba de una vez ¿No ve que hay overbooking? Muchos como usted esperando… ¡Venga…!

En el otro punto de atención, junto al puesto, se encontraba un funcionario con smoking, muy elegante, atendiendo al personal:

-Siguiente…

-Hola, buenas, soy…

-Si, ya lo sé, eres Pepe, ¿verdad?

-Ah, veo que ya le han informado en poco tiempo…

-Bueno, aquí todo se sabe pronto. Dime, ¿cómo prefieres residir en esta superestructura multidisciplinar e integral?

-Yo tenía que… presentarme a las oposiciones de psicólogo, el P.I.R… Y no me puedo quedar. Tiene que comprender que…

-De acuerdo, esto es normal. Todos decís lo mismo. Sin embargo, observo por mi experiencia práctica y profesional que tú… -te puedo tutear, no?- .

-Si, por supuesto.

Creo que mantienes cierta reticencia a aceptar estar en este sitio.

-Hombre, todo lo que yo quiero ser es un buen psicólogo. Me he preparado para ello durante varios años entre la licenciatura y las dos pruebas de P.I.R que llevo ya. De hecho mi próximo examen es…

-Ya, ya, unos dicen esto y otros que son jardineros, abogados, médicos, agentes de seguros, etc . El bla, bla, bla, de siempre. Como eres el último que ha llegado y no hay nadie detrás, te voy a mostrar algo para tu interés personal que te sorprenderá. ¿Ves? En aquel saloncito de enfrente se encuentra Freud leyendo un libro de recetas caseras. Nada de por ejemplo Psicopatología de la vida cotidiana o La Interpretación de los sueños que son obras suyas científicas super interesantes. Te digo más, su principal afición es salir al campo y cazar mariposas. Las observa y analiza su comportamiento. Ahora bien, no me preguntes si ha logrado aplicar el psicoanálisis en ellas porque me temo que no lo sé, si bien considero hasta donde alcanzo que es del todo improbable. Fíjate, sin ir más lejos, yo me saqué un módulo de informática en la F.P y mira ahora a lo que me dedico, recepcionista… ¿No te parece gracioso? jajajajaaa aaah… ejem… bueno…

-Le voy a decir taxativamente que por encima de mi propia vida me he propuesto ser psicólogo y tenga por seguro que lo seré ¡Cueste lo que me cueste, ea!

Relájate, colega, esto… ven, vamos, sentémonos aquí a hablar. Uy, que sofá más acorde, es extensible y todo. Ahora nos traerán algo para beber. Yo me pido una Maho… ¿Y tú?

-Nada. No me apetece beber ahora.

-Señorita, tráiganos dos cervezas de la casa, de esas tan especiales, y unas tapitas para picar. Gracias. Y dime, ¿ya tienes una teoría propia o prefieres seguir la cátedra propiamente dicha?

-Estoy en ello. Todavía no la tengo demasiado bien formulada. Si bien, su perfil tendrá como base algo del psicoanálisis y también del conductismo operante. En función del tipo de síndrome o transtorno clínico. Me cogeré los más comunes entre la población, dicho a grosso modo: la depresión, la ansiedad, los ataques de pánico o panics attacks, el alcoholismo, las disfunciones sexuales, el insomnio crónico…

-Pues aquí no hay nada de eso.

-Es que no pienso quedarme. De hecho, mi prueba es…

-Mañana, lo sabemos. Verás, Los que disfrutamos de una ubicación tan confortable y segura tenemos claro que no hay que tener miedos, fobias, o desadaptaciones de ningún tipo, sean ambientales, sistémicas, contextuales, de la conducta propiamente, genéticas… Podemos hacer lo que nos venga en gana, incluso volar si nos apetece. Y no es un chiste burdo. Es cierto. Solo que debemos mantener un cierto orden, ya sabes, para que el personal no se desmande demasiado. No sé si lo coges…

-¿Y me tengo que quedar aquí sí o sí?

-Así es.

-¿Y qué pasa con todo el esfuerzo que he depositado todos estos años, aun desde antes, la E.S.O, el Bachillerato, la Universidad, las oposiciones, mis trabajos en la hostelería como camarero para pagarme mis estudios…? No es justo. Tener que levantarme a las seis, comer rápido y marcharme al curro, robar horas al sueño para poder estudiar… romper con mi novia porque no entendía el ajetreo… y todas esas cosas… el alquiler del piso compartido, el estrés… Todo para nada. Unas pruebas duras y metódicas que me iban a permitir por fin hacer lo que yo quería de verdad…

-En este complejo logístico de servicios humanos completos podrás hacer lo que te dé la gana y cuando te venga en gana. Te compensa. ¿No lo ves claro todavía?

-¡Pero dónde estoy! ¡Dígamelo, por favor… y saldré de dudas…!

-En el cielo, hijo.

-¡Ostras qué corte!

-Te entiendo, claro que te entiendo. Al principio cuesta, es complicado pero finalmente todo el mundo se siente identificado y es plenamente feliz.

Cuando la cuestión quedo aclarada, sonó el despertador y Pepe se levantó de un sobresalto de la cama, sudoroso y acalorado. No sabía a ciencia cierta si había experimentado una pesadilla o un sueño muy pesado, de esos que te marcan con fuego para todo el santo día.

-¡El examen!- recordó con rapidez. Se arregló con premura. No tuvo más remedio que coger un taxi porque con los nervios le costó organizarse a tiempo de salir tranquilo de casa y llegar a la facultad con la suficiente antelación posible.

Tenía delante el examen teórico que constaba de 235 preguntas tipo test. Eso suponía el 90% del peso para poder acceder a la plaza. El otro 10% dependería de su expediente académico. El, precisamente contaba con una media de sobresaliente, lo que le facilitaba enormemente el poder lograrlo.

De pronto, cuando se sentó en su pupitre se fijó de soslayo en el profesor y se apercibió que su rostro era muy parecido al segundo funcionario que le había atendido en su sueño de la noche anterior. Sin obsesionarse por esa coincidencia tan extraña pero sin dejar de tenerlo en cuenta durante un buen rato que duró el examen, llegó el momento de entregarlo. La sonrisa del academicista se acentuó en ese preciso instante y Pepe le dedicó el mismo detalle. Se fue contento. Y perplejo.

Decidió tomarse un café para recuperarse del esfuerzo intelectual. Paseando, se encontró inesperadamente con una pequeña taberna popular donde los ancianos jugaban al dominó y los obreros tomaban su vinito con entrantes de la tierra. Y, justamente, se llamaba El Cielo. En esta segunda ocasión, la perplejidad aumentó, convirtiéndose en una cierta suspicacia sospechosa que le alarmó por la contundencia en tener que aplicar inevitablemente la simple asociación de ideas.

Tras beberse el café bajó la cabeza un instante, clavando su mirada casi por casualidad en la barra donde estaba. Curioso que no se hubiese dado cuenta de que era exactamente igual que el mostrador del punto de atención del sueño nocturno. Pagó al camarero intentando no pensar, pero más subjetivizado aun por esa sucesión de hechos concatenados y le observó fíjamente. Era su cara exactamente igual que la del primer funcionario onírico. Con actitud de contención pero con nerviosismo hizo ademán de marcharse. Fue entonces cuando el dueño de la tasca que le había servido se despidió de él con un «hasta la vista, Pepe». Asustado, porque no se habían visto ni hablado nunca, Pepe, se marchó prácticamente corriendo de allí en dirección a su casa donde tomarse una tila y relajarse plácidamente con música de New Age.

Ni qué decir tiene que transcurrió una semana muy influenciable para el carácter enormemente perceptivo de nuestro protagonista que no paraba de analizar todos aquellos sucesos con más intensidad de lo que le hubiese gustado. Hasta que llegó un día muy objetivo donde se jugaba su futuro. La nota del examen fue un 9, y con la ayuda del expediente académico de media le permitía optar a una plaza en la sanidad pública dentro de la rama de psicología, muy cerca del lugar geográfico de residencia.

Aparte de la alegría natural no dejaba de preguntarse por las casualidades, si la existencia en sí misma de éstas y su concurrencia, también contenían dicha naturaleza arbitraria o por el contrario había que buscar determinaciones que concluyeran hacia una causa explicable para su incidiencia en la vida. Pues había sido tan anómalo como difícil el hecho de producirse tantas circunstancias fortuitas juntas asociadas al contenido manifiesto de un sueño. Por ello, y viniendo muy al caso, se preguntó cómo lo hubiese interpretarlo Freud si aun estuviera vivo y pudiese contárselo.

A pesar de que Pepe Gómez había aprobado, no estaba muy seguro de algunas cosas en cuanto a la percepción de lo vivido recientemente, lo cual, también afectó a la elaboración de su teoría psicológica en ciernes, no solo a su vida personal. Sin embargo, ese pequeño handicap a la hora de interpretar todas las variables que podrían influir en esas incidencias casuales concretas forma parte de otra historia y deberá ser contada en otra ocasión.

RITUAL

¿No sabemos que la vida es una fiesta?

Ritual en aquella noche fría y trasnochada,

brujas y maledicentes enemigos contra las buenas hadas y hados.

Ritual. Asincrónico. Meditabundo. Confuso. Aciago.

¿Para qué damos vueltas y vueltas al son de la inercia inoperante

sin esperar nada a cambio?

Volátiles danzarines, saltimbanquis, zarabandas, teatros rurales, circos urbanos,

fuego fatuo que irradia el sol de poniente a una hoguera enmedio de las estrellas heladas.

Corremos y no alcanzamos la meta.

Nos preguntamos por acertijos macabros mucho antes de esperar

a que el Oráculo popular nos pueda responder adecuadamente.

Ritual exótico, decadente.

El demonio es la crisis singular que parece que fluctúa a través de ciclos inmundos y ahora se suaviza por decoro.

Como un regalo para frikis desnortados. Y tu, cariño, mirando a la ventana

a trasluz porque han cortado el recibo este mes por impago.

Ritual, nos cogemos abrazados y damos vueltas, si. Mañana, quién sabe.

Dios dirá. A los seres noctámbulos con patrulla infantil nos sigue faltando el pan.

Ritual. Cada beso, cada abrazo, cada forma de amor es una señal no perceptible. Pero solo atendemos a lo inmediato. No. No nos queda tiempo para más.

La frontera yugoslava cayó en varios pedazos, la pomposa beligerante y pulposa URSS se vió frenada por valientes sincerables que la enfrentaron,

por eso ritualizamos en tiempos modernos. Para olvidar el recuerdo de lo que fue la traición de varias décadas de infortunio trágico y maquiavélico.

Locos, orates festejados somos. Derrotados trabajando 60 horas por migajas de papel couché. Ritual. En Oriente y en Occidente.

Cada gesto, cada palabra, cada actitud, dichos sin acritud para contentar al poderoso Aguirre, la colera de Dios mimetizado en 36.000 altos cargos que cobran lo mismo que seis millones de trabajadores. Por ejemplo.

Entonces y por costumbre o desdén, vete tú a saber, bebemos, fumamos, nos acostamos con hombres y mujeres desnudos por dentro y desquiciados por fuera.

Ritualizando el pensamiento se llega a la encrucijada de donde no se sale

a no ser que introspectes tu interior infinito.

Y tú, el buen amigo, no abandones tus justos quehaceres. Sigue con tu rol de primavera. Que alguien te espera al volver la esquina.

Valientes. Ritualizadores, aguerridos infranqueables. Depositad vuestro destello y no os dé vergüenza mirar a la verdad del amanecer azul.

Quizá la nocturnidad nos perdone y envuelva con su manto nebuloso

y voluble, las almas más suspicaces.

Y no digáis a los niños nada de los Reyes Magos más allá de lo permitido

sin sellar el pacto del cariño-emblema como consigna del «Te quiero de todo corazón».

Porque la vida es bella y cada final es un comienzo. Por eso, quizá demos vuelta y vueltas en un ritual que se muerde la cola.

Sin embargo y a pesar de ello, no dejéis nunca de bailar y ser felices.

Demos vueltas. Y vueltas. No importa. Y vivamos aun cuando el despertador suene a las 6 de una mañana de lluvia de temporal o de nevada polar.

TRANSFORMACIÓN

Una fiesta de cometas y confetis,

de champán y celebrities naturales.

Fue un amanecer pausado y paulatino,

condecorado con mil lluvias doradas estelares,

un escenario lleno de besos y abrazos sinceros, leales

y un sinfín de reencuentros corpusculares,

pletóricamente jubilosos. Los cuerpos, oh, los cuerpos…

perfectamente asociados a sus mentes, inteligentemente perspicaces,

elucubrantes y bondadosas. Una carroza traía presurosa a la princesa de vergel,

procedente del oasis reconstituyente, mayestático,

cuyas flores reverberaban al sol y adornaban el aire perfumado.

Una boda real y clásica: El, un principe encantador con traje Massimo Dutti y reloj de oro,

y ella con vestido suelto de Versace y corona de diamantes.

Apenas se hablaron en esa unión tan cool y vintage.

Se oyeron suspiros y cantaba el coro de niños, otros empujaban la larga cola de la novia.

Ya sé que dicen que los cuentos de hadas no existen. Pero en aquel lugar singular,

todo era libre y multitudinario.

Embelesadas especies únicas del siglo XXIII, raras avis que cosechaban aplausos tan solo por existir.

Se acabó el capitalismo destructivo y arrasador.

Porque todos vestían a la moda, todos absolutamente. Y el trabajo no era asalariado y dependiente del capital. La abundancia extrema y redistribuida en consonancia, hacía que cada cual tuviese sus necesidades y sus capacidades plenamente adaptadas a su vida social.

Un cielo terrícola y un clima reparador salvaguardado por verdes prados

y campos exhuberantes, la tierra para quien la trabajaba era lo justo.

Trabajo manual e intelectual equiparablemente equitativo.

No, no fue un sueño karmico ni una ensoñación enmedio del almuerzo laboral. La vida y todos sus manantiales de riqueza fluían sin descanso.

La leyenda de los indomables se fraguaba bajo la luna, entre comensales satisfechos

y lluvia de verano. Contingentes de comida y toneladas de risas.

Los coches y las pieles en plena inercia enmedio de caricias suntuosas

afloraban entre distintas clases de familias y relaciones.

Despegaban los impulsos, las pulsiones se controlaban y expandían sin traumas ni censura.

Sietemesinos de la razón y muy críticos, neonatos de un nuevo mundo maravilloso y fiel, porque la fidelidad se plasma ante la verdad y los hechos.

De vez en cuando llegaban a las orillas de las playas botellas con mensajes de náufragos doloridos que se habían exiliado voluntariamente por disidencia a las nuevas ideas. Y con el viejo pensamiento todavía a cuestas, pedían socorro en su recóndita isla escondite, donde no habían encontrado ningún tesoro enterrado. Muchos de ellos fueron rescatados por esencias buenas y nada susceptibles respecto del miedo a lo desconocido.

Los diferentes sin mucha conciencia aprendían pronto a aceptar y a atender plenamente.

Esos juicios de valor de antaño, cuánto daño. Resarcidos los hijos de los dolientes en clases y formación. La sangre y el grito de guerra se iba transformando en un proceso material y científicamente evolutivo,

que caminaba hacia el superior desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción en manos de la mayoría.

Y los enamorados de la vida cantaban a los cantautores de la revolución, leían a los poetas malditos,

a Lorca, se fundían emocionalmente contemplando películas de Buñuel,

rememoraban a Stendhal y su síndrome contemplando cuadros de Dalí y de Picasso. No era perfecto pero era precioso poder decidir.

Y las ideas colectivas de los seres sociales eran unipersonales, propias, ricas y llenas de matices.

Repoblar el mundo invirtiendo en recursos. Los duendes del deseo

visitaban a la gente durmiente para reparar los posibles errores.

Rectificar era de sabios a ciencia cierta y nunca mejor dicho.

Y la mayoría eran por fin dichosos, aunque posiblemente hubiera mucho más que contar, si bien las cosas esenciales eran tan simples que muchas veces no hacía falta perderse en los detalles.

Los frutos de la tierra eran del pueblo. Y como en tiempos pasados las puertas de las casas permanecieron siempre abiertas, sin cerraduras.

Para que los amigos se considerasen entre iguales. Pues apenas perduraba la delincuencia y los actos violentos.

A partir de una época lozana que transformó el destino y que todo hombre recordaba, los movimientos de los planetas y del mundo gozaron de su verdadero rigor matemático, siempre dialéctico, siempre libre, siempre profundo, siempre sencillo, claro y diáfano, aguerrido, valiente.

La Caja de Pandora y la Esperanza

Y en aquel estrato mitologico y social

de un lugar desconocido y exótico,

semejante a un día sin fin,

apareció la Caja de Pandora acuciante

entre meollos dicordantes

y dudas trascendentales

arreciando sobre el aire volátil, frágil,

mimetizado en un destello fugaz,

abrasando los paisajes exhuberantes y los océanos caudalosos

al tiempo que se posaba sobre el bosque de las brujas legendarias

afines a los paraísos nefastos y perdidos de Cthulhu,

versador de los mitos y leyendas mas sórdidos del fin de la existencia,

pues en aquel equinocio de verano

donde despertaron de pronto los juicios de Salem

todos los druidas del mundo analizaban

sus cábalas acerca de la nueva teoría del caos,

como solución sincrética y ritualística

observando el aleteo de una mariposa multicolor,

tras haber intentado resarcir con sus pócimas y ungüentos a todos los vasallos de las aldeas, a los campesinos de las campiñas del señor feudal, a la chusma de poblados y ciudades medievales de la Edad Oscura,

hombres y mujeres de cuerpos curtidos y ennegrecidos por el sol y bañados por el cénit crepuscular,

no pudiendo evitar que, finalmente,

afloraran, agudizándose, los males del mundo en un nuevo sistema cruel y desolador.

Sin embargo y a pesar de todo, quedó otra vez la esperanza,

al igual que en ciclos anteriores,

nuestra dicha grecolatina de gran prestigio cultural e introspectivo,

para arrollar entre bemoles de abundancia,

a las madres selváticas, desérticas, campestres,

en el momento en que se juntan triunfadoras en su trono ancestral

con el objeto de adorar entrañablemente a la Pachamama y a la Tierra frondosa de cada país y continente.

Entonces y solo entonces la esperanza encuentra a su prometido,

la soberanía vestida de libertad.

Un nuevo modo de producción nació en una de esas reuniones aciagas

y no por fatalidad sino por las condiciones objetivas de la lucha de clases dentro de la batalla gigantesca que se estaba viviendo desde el principio de la historia, siendo la mayor contradicción, sino, la principal, respecto del resto de contradicciones secundarias.

La esperanza miraba y miraba sonriendo con complicidad

a sus súbditos populares echándoles confetis y estrellas fugaces

encima de sus cabezas, como en un festejo singular.

Nunca jamás se despegó de su propia etiología y significado.

Junto a ella, trinaban pájaros y danzaban las nubes

pletóricamente. Y para purificar ambientes diáfanos

pero controvertidos, de vez en cuando, lloraba la Luna

con sus pequeñas constelaciones, formando una estelada sideral

que intentaba tapar las guerras sobrevenidas.

El futuro se iba escribiendo con sangre zigzagueante y agua de manantial,

sin duda, una simbiosis inherentemente dialéctica.

Por fin, los males del mundo se diluyeron infliltrándose dentro de la vida en combate,

entre Avatares y Goliardos y los subyugados inocentes,

entre explotados y oprimidos frente a sus explotadores y opresores.

Pandora enfiló sus armas y la Esperanza su valor, el cual, fortaleció

la alquimia mágica de los corazones justos.

La esperanza, virtud refinada y a la vez perspicaz, nunca abandonó, a partir de entonces, ni a la mística, ni a las creencias particulares y, mucho menos, al materialismo científico y al desarrollo ultratecnológico de los nuevos tiempos.

CANDHU, EL UNICO

Candhu se endosó su traje espacial flotador configurado para las salidas afuera de su nave, «Mística», y se dirigió al huerto exterior interestelar. En realidad, para él un traje espacial era mucho más que el convencional del antiguo siglo XXI. Se trataba de un conjunto de equipamiento completo conformado por una nave individual, esto es, con aforo para una persona, erigida con cerca de veinti y pico capas de materiales diseñadas para protegerle en el espacio exterior. Lejos de su nave nodriza, recorrió con parsimonia la cápsula a través del hilo conductor gradiente que le conducía a otro conducto cuadrangular siamés donde se encontraba el jardín.

En aquella escafandra presurizada estaba seguro porque incluía dispositivos de control de todo tipo y tubos de evacuación pues éstos permitían orinar y defectar al astronauta sin que las funciones fisiológicas naturales supusieran un peligro de fugas de oxígeno o de entradas de elementos exógenos o patógenos imprevisibles.

Había encontrado un estrato subcapa en una de las lunas de la galaxia Musaca, equidistante a miles de millones de años luz del sistema solar donde cultivar tomates, brécolis, patatas, nabos y lechugas los cuales nacían y se desarrollaban con semillas alteradas genéticamente, algo parecido al material sintético y, sin embargo, a pesar de su similitud con los frutos de la tierra natal, crecían y se desarrollaban a un tamaño mucho mayor. Y, con todo, salvando la baja presión, el frío y la radiación atenuados por una cúpula en forma de vitrina gigantesca que cubría como un manto el aire insuflado por los expositores de aire y gas, emulando a los de nuestro planeta.

Cariacontecido, seguía sin entender, guiado por sus estudios, por qué el ácido del tomate producía extraños bichitos parásitos que los dañaban seriamente. Realizaba analíticas de la vegetación, de los limoneros, naranjos, verduras, incluso forraje que había traído como muestreo para que se integrara en el micro-espacio invernadero.

Solo. Candhu había aprendido a vivir solo. Desde hacía diez años. No había observado jamás de los jamases ningún avistamiento, ninguna nave o conato de vida alienígena el tiempo que llevaba allí. Como habréis podido observar, su mayor hobby era el cultivo vegetal. El propio de los campesinos. Pero adaptado a la rareza del escenario espacio-lunar. Su nave madre estaba ubicada en una de las cinco lunas del planeta bautizado por él como Solitus, en la galaxia de Musaca, seguramente todavía desconocida. Los datos proporcionados a la base espacial de la Nasa conectada a Houston, no parecían disponer de respuesta retorno por parte de ningún técnico o profesional de la ingeniería espacial. No le preocupaba en absoluto. Tenía su bonito huerto, aun cuando le agobiara sobremanera la problemática de sus tomates gigantes infectados; por otra parte, sabía que su existencia estaba determinada por su audacia a la hora de mantener vivo el entramado y la superestructura estratégica montada encima del satélite. A ciencia cierta, no ignoraba que además de vivir solo, moriría también solo. Había superado el tiempo de permanencia de muchos astronautas, allende las películas de ciencia ficción Hollywoodienses, por ejemplo, un caso conocido y relevante era el de Guenaddi Pádalka, o sea, habiendo superado los 804 días en el espacio, traducido a dos años.

Pero en su caso, Candhu había alcanzado el decanato, tras ser engullido por un agujero de gusano terminando por aterrizar en lo que se conoce como universo paralelo y había sobrevivido. Hasta el momento y para pasar el rato, aparte del cultivo, no dejaba de evocar recuerdos ancestrales, con la relatividad del tiempo como acompañante, cronológicamente hablando, pero con las dudas propias de su vivencia interior y exterior y que consideró finalmente que no era más que una percepción del más allá; siendo así la mayor parte de su consciencia, habiendo asumido de forma sencilla que todo lo que veía y observaba, sentía y experimentaba, se fortalecía en una especie de concepción alegórica de su propia mente. El alma es imperecedera y puede que una ilusión del propio estado karmico. -¿Lo llegaría a descubrir o no sería necesario?- Pensó en numerosas ocasiones. De todos modos, Candhu se sentía tan feliz y pletórico que no le importaba nada más. Roger Candhu, el único.

REENCUENTRO AD HOC

Maniobras de escapismo

en noche plastificada.

Noches de suicidio cognitivo

y cabaret pop. Sideralmente resarcidas a través de la banalidad-

El Poeta Halley, es mi compensación de un amor letargo;

y Love Of Lesbian y su musa cancionera

se amplifican en mis oídos, planean.

A contracorriente.

Un retardo acústico se impregna entre las paredes

y el mobiliario vintage.

Y tú ya sabes que te espero

en los ratios de mi soledad vencida.

¿Acaso alunizará algún platillo volante,

algún duende, elfo, Hados, Homero, los Aedos griegos

con su mitología falsaria

pero grandilocuentemente connotativa,

aquella que arreciaba en mis estudios de secundaria?

Leo a Bukowski y el Realismo Sucio de los Poetas Malditos.

Y me doy cuenta de que he perseguido excusas para no ver la realidad.

Boomerang que explota en cada emoción catárquica.

Pero compensa… ¡Ay, compensa tanto… y tanto…!

¿Por qué no imaginar a partir del imaginario colectivo,

acerca de mis leyendas urbanas y urbanitas,

divirtiéndome con los espíritus del mito de Cthulhu

y un poco de Poe y Lovecraft

y así lograr amenizar la sala de las muñecas tristes?

Cuando al fin doy contigo

siempre es en la inmaterialidad de mi ser social

desdibujándose la conciencia como un cortapisas.

Tan solo representas un recuerdo solapado. Tú, renegado. Yo, despechada.

Hasta tu vuelta de aspirante al trono de la princesa.

Amigo Prometeo,

si nuestra cárcel es un látigo certero,

búscame en otros mundos,

aunque estén en éste.

Aquella mañana de calor pegajoso

velado en el trasiego de nuestras carreteras infinitas

donde nos despedimos sin hablar,

no nos dijimos adios siquiera con un gesto,

ni mirada lasciva de complicidad

pues fue un descuido.

Ahora, en mi carrusel vuelas escondido y con muchas mujeres felinas

por los pafetos de vidas cercanas;

Y yo, recorro humildemente los cafés costumbristas literarios

fumando tabaco americano y festejando el copacabana; bailando bien.

Bailando, sí, como una danzarina novel pero perfeccionista,

enfilada hacia el fin del infinito,

en un abrir y cerrar de ojos. Con prisa pero sin pausa,

hasta donde llegue mi existencia. Manifiesto delirista, como la canción.

Soy capaz de huir de mi propia cárcel con voluntad y valentía esforzada.

Lo logro. Con medalla incluida y reconocimiento político y social.

En mis noches aciagas vuelvo a empujar el horizonte tapado por lo tenebroso.

Inmediato ratio de incognoscibilidad desatendido.

La respuesta está en la alternativa revolucionaria,

animal y salvaje,

de un beso en nuestros labios resecos.

En cafeterías connotativas y conceptuales,

de tertulias poéticas y rimas y leyendas cognitivas y conductuales.

Igualmente político-ideológicas, donde mis manos no pesen nada, floten,

y donde beber de tus fuentes, maestro taciturno y serioso.

Maldita dulzura la tuya.

Pretendo Cielos pretendo…

éxitos en la lucha,

caricias en las mejillas y abrazos chachi.

Es lo que determinaría una imagen fugaz

que pudiera quedarse conmigo eternamente.

Y se personificara como hombre. Como en una alegoría mágica.

En los bailes. En cada cambio de estación.

En los parques de tránsito,

llenos de globos, espumas de azúcar y niños replicantes,

de ancianos que se rebelan ante el final impoluto,

reflejo de mil pulsiones desangeladas.

De Eros y Tanatos.

De vida y muerte.

Te busco.

Te busco en cada respiración y pálpito,

en cada paso desaforado.

Tus ojos claros se clavaron en mis pupilas esmeralda

en aquel recuerdo veraniego.

Entonces inspiro fuerte

y te veo en la calle como un destello cardíaco y muscular

porque mimetizas los rasgos en cada caballero andante,

en cada chico fumador,

en los muchachos limpos y transparentes

que pasean con una sonrisa descomunal, luchadores.

Y aquellos que leen la plantalla del móvil y ocultan su rostro

mirando cabizbajos.

Y me parece escuchar tu silbido de caramelo y azúcar glass,

envuelto con celofán de colores,

al son de la música indie de un pretérito perfecto de indicativo.

Y, es más, cuando me gire, serás tú.

Cuando observe caer la lluvia de verano,

serás tú.

Cuando el frío nos visite en su ciclo prodigioso

y nos vista de pájaro azul tipo Fénix,

serás tú.

Cuando el manto nuboso me envuelva,

serás tú.

Serás tú siempre, amigo dulzón,

siempre preso de mi propio propósito.

En los arrabales de una ciudad lejana y aciaga, pretendidamente prohibitiva,

próxima a un palacio soterrado,

sinérgico, paramnésico y psicológico.

Como un misterio que conduce a un tesoro bajo el suelo,

aparecerás casi sin pretenderlo.

Será un reencuentro casual, singular, paradójico.

Porque en realidad nunca te fuiste.

Sueño mis evocaciones

en medio de la caída vacía.

La de dos ángeles penados condenados al ostracismo.

Solo necesitamos despegar.

Porque te confundí con una morada sucia y obtusa;

sabes que la moral judeocristiana y estatal

nos persiguió como a gladiadores en el circo.

Tú con tu buena posición,

yo con mi delicada situación.

Pues te digo: nos convertimos en gigantes con piés de barro,

Davides transformados en auténticos goliardos erráticos y errados.

Nuestra jura es la conjura.

No sabes cuánto espero el reencuentro.

Si bien, no sé lo que me voy a encontrar,

según sea MUERTE O AMOR.

REENCUENTRO AD HOC.

«Puede que por fin comprendamos nuestro silencio tendencioso»