Dos torres, tres torres, cuatro torres, cinco torres.
Mi pasión es poseer, me llamo Sam y tengo un primo cercano
llamado identidad ergo ego.
No sería baladí,
sino fuera mortal.
Rápido y mortal.
Fuego, destrucción
y así deconstruyo
lo que con la fuerza quería reconstruir y reposeer.
No hay nada más destructivo
que la lógica del absurdo.
Si no fuera mortal.
Rápido y mortal.
Ráfagas de segundo,
no importa el grito de Segismundo,
no es menos que lo de Parmeno y sempronio,
es más terrorífico,
señala el único dedo de la mano que queda
moviendose pidiendo auxilio
por el suelo encharcado de gases y bombas,
de misiles, de mortal combacts.
De mayor, Sam y su primo saleroso,
querrán ver las cenizas del Ave Fenix.
Quizá ya sea demasiado tarde.
Ululan los buhos rurales
igual que odian los contrakamikaces,
cuando poseyendo lo no lícito
se vean en litigio.
Quizá sea tarde para negociar.
Pero mucho más,
para resolver la invasión.
Loca razón,
lo decía Goya,
el sueño de la misma produce monstruos.
Es quizá un sofisma caro,
no son latigazos, no son decapitaciones,
es mucho más que una bomba de neutrones,
se destruye capital.
Capital humano.
Ignorancia supina,
si solo fuera eso,
siendo per se, mortal por naturaleza.
Rápido y mortal.
La mano decrépita deja de moverse en leve cadencia
hasta apagarse en medio de las llamas.
Allí, entre los cimientos.