
En aquellos rostros ambiguos,
demostrando amor,
devoción por la vida,
sin arrastrarme ante la desesperación
encuentro mi realidad,
antigua,
de montañas hechas piedra a piedra,
que se consolida con el esfuerzo,
con el recio porvenir
de una mente pensante.
Quisiera ser tu oropel y tu sillón dorado
cuando quieras escucharme,
oh, amistad,
oh, amor,
afinidad,
porque siendo amiga de mis enemigos
concluyo con la ansiedad,
siendo pequeñita,
como una niña,
en mi sillón verde de terciopelo
que jamás inentó inmiscuirse en tu reino.
De oropel y de dorado trono.
Solo comprender a qué atenerse,
La vida es riesgo y quietud mística y realista,
aun cuando los vientos arrecien.