Apareciste justo en el momento ideal,
muchos ojos y batas blancas y un robot.
Luces que no eran de neón,
bisturís y juramentos hipocráticos,
la nada tras la mascara del cloroformo
y un previo pinchazo de analítica.
La indivisibilidad de contrarios,
hacía un frío tétrico:
yo gritaba, Revolución, Revolución…
para mis adentros.
La oscuridad se cernió como un fantasmagórico
y algebraico Pitágorico medidor de constantes vitales,
y junto a él al tecnicismo mediador de los posteriores maestros.
El imposible se hizo realidad
enmedio del aire enrarecido.
Todas las cabezas me miraban
cuando desperté en un nuevo océano clarificador,
sin conciencia a empeler.
Se abrió una puerta
a la luz pura y neutra.
Aséptica y salubre.
El corro formó una parábola
de buenos samaritanos
que me tendían las manos.
Y yo lloraba clamando al renacimiento.
Comprendí que la bola sibila no existía
más que en la utopía,
Que la ciencia es grande y una gran diatriba,
Lo noté en la brisa del basillo encima de la camilla.
Batas blancas, verdes, gente que pasaba pensando
en sus propios poderes resilientes.,
Y yo, mecida entre algodones de tergal ablandado
por comentarios propios de la convalecencia.
Entre estadísticas y pantallas y pantallazos.
Me pregunté, siempre tropezamos dos veces
en la misma piedra filosofal,
llena de metales de tabla periódica,.
Y el Da Vinchi funcionó de maravilla.
Rebusqué entre mis piernas
que bailoteaban al son del temblequeo unísono,
Y DE REPENTE:
Vino una de las siete musas griegas,
en mi duermevela,
para decirme,
aun te queda mucho por escribir y resarcir tus pecados cristianos.
Pero no te creas mucho a la elocuencia vanal de la propia elocuencia
radicalizada de la que presume el destino.
Escribre sobre la vida, no sobre la muerte.
Y ahora resulta que escribo acerca de mis deseos.
Más palatinos, incendiarios y arriesgados.
En espera y una letanía aquietada que rezuma amor
en la comprensión de que recibí una segunda oportunidad.
No vi ningún túnel, solamente el negro sombrío cavernoso
insidioso refrito del pasado que hubo que ser extirpado.
Eso es lo que los cielos pretenden.
Que deje mi legado.